jueves, 12 de agosto de 2010

Estados Unidos y la génesis de la Guerra Civil de Guatemala

El siguiente texto sobre la participación (y responsabilidad) de los Estados Unidos en la Guerra Civil de Guatemala pertenece al capítulo 4 del libro El continente olvidado. La lucha por el alma de América Latina. El autor Michael Reid ha sido editor  de la sección Américas de The Economist, además de haber sido corresponsal de The Guardian y la BBC.


GUERRA FRÍA Y REVOLUCIÓN: LOS ESTADOS UNIDOS Y LA IZQUIERDA RECHAZAN LA DEMOCRACIA

Guatemala es el país más triste de América Latina. La belleza de sus verdes montañas salpicadas de pueblos coloniales pintados de blanco, sus lagos resplandecientes al pie de encumbrados volcanes y sus ruinas mayas medio cubiertas por el bosque tropical no logran ocultar la opresión ancestral de su mayoría indígena. El país ha tenido gobiernos civiles desde 1986. Pero una guerra de guerrillas que duró casi tres décadas fue solucionada solamente en 1996. Su costo fue de doscientas mil vidas; la mayoría de las víctimas fueron indígenas mayas, asesinados por el ejército. La guerra aún proyecta una sombra oscura. Los demócratas guatemaltecos tienen que luchar contra lo que algunos han llamado poderes fácticos: redes tenebrosas que vinculan corruptos ex oficiales del ejército y cuadrillas de criminales compuestas de traficantes y lavadores de dinero. En varios aspectos, esas redes retienen el verdadero poder en el país. Parecieron prosperar bajo el gobierno de Alfonso Portillo, presidente del país de 2000 a 2005, quien dejando el cargo huyó a México y fue acusado de haber robado US$ 16 millones de dinero público. Bajo el gobierno de Óscar Berger, un liberal reformista elegido en 2004, comenzó un nuevo esfuerzo para reducir el ejército y liberar la democracia de la tutela castrense.

La CIA marchita la primavera guatemalteca

No obstante, Guatemala podría haber desarrollado hace bastante tiempo una democracia mucho más sólida. No haber hecho eso es en gran parte culpa de Estados Unidos: más que cualquier otro país de América Latina, Guatemala ha sido víctima de la intervención estadounidense. En 1954, la administración de Eisenhower organizó un golpe para derrocar el gobierno democrático y reformista de Jacobo Arbenz, al cual el presidente norteamericano acusó de ser una posible "avanzada comunista en el continente". Aunque esta empresa fue inicialmente celebrada como un éxito por sus autores, en palabras de un historiador simpatizante a ellos "a la luz de los subsecuentes eventos, la iniciativa puede, en una evaluación razonable, considerarse poco menos que un desastre". No sólo Guatemala pagó el precio de la intervención norteamericana: las lecciones aprendidas por Estados Unidos y los latinoamericanos, tanto de izquierda como de derecha, tuvieron trágicas consecuencias en otros países, causando obstáculos para la democracia en la región durante una generación o más. ¿Cómo fue que Guatemala se convirtió en la primera batalla de la Guerra Fría en América Latina?

Centroamérica fue una región subdesarrollada y olvidada durante el siglo XIX. Después de la Independencia, en 1824, las Provincias Unidas de América Central pronto se fragmentaron en cinco países separados, de los cuales Guatemala, base de la capitanía general colonial, fue el más grande. Con excepción de Costa Rica, un despotismo no ilustrado era la norma en el istmo. En Guatemala, una larga serie de dictadores brutales tomó las providencias necesarias para legitimar sus gobiernos a través de elecciones, pero se trataba de farsas en las cuales raramente había alguna oposición. Una oligarquía de cultivadores de café dominaba la república; ellos garantizaban para sí mismos una mano de obra indígena estacional mediante el sistema de pagar deuda con trabajo.

Cuando la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin, diversas corrientes democráticas proliferaron en América Latina. Varias dictaduras de la región cayeron y fueron sustituidas por gobiernos electos en sufragios razonablemente amplios. Los sindicatos crecieron y mostraron su fuerza con una ola de huelgas. Los partidos comunistas crecieron rápidamente, de menos de cien mil afiliados en 1939 a quinientos mil en 1947. En América Latina, como en el resto del mundo, se esperaba que una nueva era de democracia estuviese comenzando. Según una versión, se abría una posibilidad para que los países latinoamericanos tomasen el rumbo de la democracia social -como buena parte de la Europa Occidental lo haúa después de la guerra- a través de una alianza entre los industriales, la clase media y los trabajadores organizados. Pero la oportunidad resultó demasiado corta. En América Latina, los terratenientes rurales no habían sido afectados por la guerra y todavía ejercían un poderoso dominio político, mientras que los sindicatos eran todavía débiles. Hacia 1948, en la mayoria de países los avances hacia la democracia retrocedieron y los partidos comunistas fueron prohibidos. Para entonces la Guerra Fría ya había comenzado. Esto no dio origen al anticomunismo en América Latina. Esa causa había sido abrazada por los conservadores y por la Iglesia Católica desde la formación, por parte de Lenin, de la Tercera Internacional Comunista (Comintern) con su mandato de la revolución mundial. Así la mayoría de los gobiernos latinoamericanos se alinearon felices con los Estados Unidos en la Guerra Fría. Para Washington pasó a ser más importante que los gobiernos latinoamericanos fueran confiablemente anticomunistas que democráticos.

En Guatemala, la primavera democrática de postguerra duró más. En 1944, protestas de estudiantes, profesores y miembros de una incipiente clase media obligaron Jorge Ubico, un dictador aun más represivo que sus antecesores, a dimitir. Tres meses después, oficiales subalternos del ejército se rebelaron contra el sucesor que habían escogido. Esta "Revolución de Octubre" fue realizada no en nombre del bolchevismo, sino de "la Constitución y la democracia". Ambas se lograron rápidamente. Juan José Arévalo, un apacible profesor de filosofía que había regresado al país después de varios años de exilio en Argentina, fue elegido presidente en la consulta más libre que Guatemala había vivido. Arévalo decía estar inspirado por el Nuevo Acuerdo ("New Deal") de Franklin Roosevelt, y por las Cuatro Libertades -de expresión, de religión, de necesidades y del temor- por las cuales el presidente americano había librado la guerra. Una nueva constitución extendió el derecho de voto a todos, excepto a las mujeres analñbetas, creó autoridades locales electas, hizo de la discriminación racial un crimen e impidió a los militares postularse a cargos públicos. El gobierno de Arévalo dio derechos a los sindicatos, estableció un sistema de seguridad social, un banco central y un instituto de estadística, y construyó centenares de nuevas escuelas. No toleró restricciones a la libertad política o de prensa, a pesar de ser víctima de frecuentes ataques tramados por los conservadores.

En 1950, Jacobo Arbenz, un líder de la "Revolución de Octubre", fue elegido para suceder a Arévalo con el 65% de los votos. Mientras Arévalo había ofrecido libertades democráticas, Arbenz prometió transformar a Guatemala de un país atrasado con una economía predominantemente feudal a un Estado capitalista moderno. Sus planes para hacer eso se centraban en la reforma agraria y proyectos de infraestructura pública, varios de los cuales habían sido propuestos por el presidente del Banco Mundial. Ambas iniciativas significaban confrontación con la United Fruit Company, empresa americana con sede en Boston. Conocida por los centroamericanos como "el pulpo" por sus tentáculos que abarcaban todo, la United Fruit había obtenido en 1899, del entonces dictador de Guatemala, una concesión de 99 años sobre un vasto trecho de la selva y, con ella, el derecho de terminar y operar una vía férrea hasta la costa del Caribe. La empresa obtuvo de esta manera un monopolio sobre gran parte del comercio de Guatemala: su puerto en Puerto Barrios era el único del país en la costa atlántica y su ferrocarril era el único medio de transporte para y desde el puerto. A cambio, la compañía pagaba un impuesto pequeño sobre las exportaciónes de banano. Arbenz propuso la construcción de un puerto público cerca de Puerto Barrios y de una autopista que llegara hasta él. La United Fruit, que ya había experimentado un crecimiento de la organización sindical, se convirtió en el principal blanco de la reforma agraria.

Aun para los estándares latinoamericanos, la distribución de la tierra en Guatemala era desmesuradamente desigual: 2% de los propietarios de tierras detentaba tres cuartas partes de todas las tierras cultivables, mientras que más de la mitad estaba constituida por grandes plantaciones (encima de mil acres). Buena parte de esta tierra fue dejada sin cultivar. La reforma de Arbenz afectó a todas las haciendas con más de 670 acres cuyas tierras no estuviesen plenamente cultivadas, o las que tenían 233 acres y donde un tercio de la tierra no estuviera cultivada. La indemnización fue pagada en títulos remunerados, de acuerdo con el valor tributable declarado de las tierras. En dos años un millón de acres -un tercio de los cuales pertenecía a haciendas de propiedad alemana, nacionalizadas por insistencia de los americanos durante la guerra- fueron distribuidos entre cien mil familias. Arbenz ordenó la expropiación de 380 mil acres de tierra de la United Fruit -una parte sustancial de sus posesiones, de las cuales 85% no era cultivada, supuestamente por causa de una plaga en el banano-. El Gobierno ofreció una indemnización de 1.1 millones de dólares; la compañía reclamó que la tierra valía dieciséis millones de dólares, revelando la escala de su evasión de impuestos. Este reclamo de la compañía fue respaldado por el Departamento de Estado de Estados Unidos.

Para entonces, el gobierno de Eisenhower estaba resuelto a derrocar a Arbenz, a quien acusó de dirigir una toma de poder comunista. Con el apoyo del notorio dictador de Nicaragua, Anastasio Somoza, y su colega de Honduras, la CIA entrenó y armó una ejército con 170 hombres y reunió una docena de aviones. La "invasión" fue una empresa imperfecta. Pero los bombardeos y los disparos aéreos, combinados con la desinformación de los medios de comunicación, crearon la impresión de una fuerza con millares de hombres, lo que hizo que el alto mando del ejército obligase a Arbenz a renunciar. Mediante una mezcla de amenazas y manipulaciones, los norteamericanos rápidamente aseguraron la nominación como presidente del coronel Carlos Castillo Armas, un oscuro oficial de la reserva escogido para dirigir la "invasión". La primavera democrática de diez años en Guatemala había terminado.

(...)

El hecho fue que Estados Unidos mermó la democracia y no el comunismo en Guatemala. Castillo Armas rápidamente revirtió la reforma agraria, hizo un acuerdo con la United Fruit y restauró el antiguo orden corrupto de la dictadura. En 1960, jóvenes oficiales del ejército se rebelaron en nombre del nacionalismo, furiosos por el hecho de que Guatemala estaba siendo usada por la CIA para entrenar exiliados cubanos contrarios a Fidel Castro. La rebelión fracasó, pero dos de sus líderes acabaron fundando el primer grupo guerrillero en Guatemala. El grupo fue aplastado cuando escuadrones de la muerte de derecha mataron a miles de civiles, muchos de los cuales no tenían ninguna relación con la guerrilla. A mediados de los años 1970, nuevos grupos guerrilleros marxistas se establecieron entre las comunidades indígenas mayas en las montañas occidentales de Guatemala. Esto hizo que el ejército realizase una campaña de tierra arrasada que eliminó muchas aldeas indígenas, cuyos habitantes fueron masacrados y los sobrevivientes fueron transferidos a la fuerza y alistados en fuerzas auxiliares apoyadas por el ejército, llamadas "patrullas civiles". De todas las campañas contrainsurgentes en América Latina durante la Guerra Fría, sólo la de Guatemala merece la carificación, muchas veces inapropiadamente usada, de genocidio. La represión de las dictaduras en Chile y Argentina, donde la mayoría de las víctimas era de la clase media, atrajo mucha más atención externa. pero el uso del terror masivo y las masacres de los indígenas mayas en las montañas de Guatemala al final de los años 1970 y el inicio de los años 1980 no tuvieron paralelo en la región. Estas hicieron que Jimmy Carter cancelase la ayuda que los Estados Unidos daba al ejército. Otro presidente demócrata, Bill Clinton, pidió formalmente disculpas por esa ayuda en una visita a Guatemala en 1999. No obstante, a esas alturas la Guerra Fríaa ya había terminado hacía mucho tiempo.

La facilidad con que Arenz había sido depuesto condujo a los diseñadores de políticas en Washington a adoptar "cambio de régimen" como respuesta estándar a supuestas amenazas comunistas en América Latina. Pocos años después, otro intento similar, de mayor escala, terminó en desastre en la Bahía de Cochinos, en Cuba. Frustrado, el presidente John F. Kennedy lanzaría la Alianza para el Progreso, en una tentativa por detener el avance del comunismo en América Latina, promoviendo reformas democráticas. "Aquellos que hacen imposible los cambios pacíficos, hacen inevitable el cambio violento" debclaró Kennedy. De hecho, si hubiese sucedido en la década posterior -o una década mas temprano, cuando Franklin Delano Roosevelt estaba predicando la liberación de las carencias- seguramente la reforma agraria de Arbenz hubiese sido aplaudida por Washington.

La izquierda latinoamericana también sacó lecciones de Guatemala. Un médico argentino, Ernesto Guevara, había llegado al país la víspera del año nuevo de 1953 y fue testigo de la caída de Arbenz. cuando recibió el salvoconducto para pasar a México, ya se había ganado el sobrenombre de Che de los exiliados cubanos que había conocido en Guatemala. De acuerdo con uno de sus biógrafos más perspicaces, Guatemala fue "el rito de iniciación política" del Che. Guevara pensó que el golpe mostraba que los Estados Unidos "estaban despiadadamente, a priori, opuestos a cualquier intento de reforma social o económica en América Latina". Por lo tanto, concluía que la izquierda debía estar preparada para combatir la interferencia estadounidense en vez de evitarla o neutralizarla. También creía que Arbenz había dado demasiadas libertades a sus enemigos, especialmente a 1a prensa, y había errado al no purgar el ejército. Esta versión es confirmada por Hilda Gadea, la primera esposa de Guevara, quien escribió: "Guatemala lo convenció de la necesidad de la lucha armada y de tomar la iniciativa contra el imperialismo".


Michael REID. El continente olvidado. La lucha por el alma de América Latina. 1ª edición en español. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2009; pp 131 - 138.


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